Bienvenidas Hermanas Brujas

Este es un espacio creado para poder compartir las potencialidades que nos ofrece "lo divino" al habernos dado el don de nacer en cuerpo de mujer; la capacidad creativa femenina y lo sagrado de nuestros actos cuando surgen de la necesidad y desde el amor a la vida y al universo entero con el que danzamos en armonía.

Nuestro ser cíclico nos une en comunión con los demás ciclos naturales de aquí y de allá, nos hermana con el resto de las mujeres que habitamos juntas este bendito planeta.

Con la humildad de saberme parte del todo y la alegría de sentir el todo en el centro de mi vientre, me doy a ustedes y con vos, comparto lo que llevo adentro.

lunes, 22 de marzo de 2010

¿Y si mi mamá no me mima porque no se lleva?


Nací en 1979, con lo que no he vivido directamente el feminismo de los años 70, pero si lo viví a través de mi madre, de mi relación con ella y de la educación que me ofreció.
Mi madre creció en un entorno en el que el papel de la mujer cambiaba rápidamente. A diferencia de mi abuela, mi madre y sus hermanas estudiaron con la finalidad de poder encontrar un empleo con el que tener independencia económica, proyectando en el mercado laboral su emancipación. En este momento, existían en España distintos modelos de ser mujer que convivían y que se influenciaban mutuamente. Así, las mismas mujeres que se preparaban para tener un trabajo remunerado o que ya lo tenía, leían las llamadas “novelas rosas” o las revistas “del corazón” y soñaban con galanes y maridos de telenovela que las hicieran felices el resto de su vida.
Mi madre era la mayor de sus hermanas y hermanos y fue la primera que abandonó su ciudad natal para encontrar empleo de enfermera en Madrid. En este sentido, influenciada por el feminismo de los 70, su proyecto vital pasaba por ser una mujer autónoma que trabaja y vive de su propio dinero. En Madrid, además de encontrar trabajo, se enamoró del hombre que habría de ser mi padre, iniciaron una relación amorosa y se casaron en Madrid. En seguida mi madre se quedó embarazada de mí, y también en seguida, de mi hermano.
Mi madre, enamorada y casada con mi padre, hombre rural y varón tradicional, se vio viviendo como “ama de casa” al cuidado a tiempo completo de dos criaturas y dedicándose a las tareas de la casa para las que no estaba preparada. Sin saber cocinar, coser, planchar, etc. y vivir la crianza de mi hermano y mía como una carga o un obstáculo para su proyecto personal, nunca consiguió cumplir el papel de madre que se esperaba de ella. Así mismo, nunca volvió a incorporarse al mercado laboral y en comparación con sus hermanas, tampoco consiguió sentirse ni ser vista como una mujer libre o un ejemplo a seguir.Mi madre trató de ser libre, de ser feliz y no lo consiguió porque sus deseos no nacían de ella, nacían de discursos ajenos a su vida real.
La relación con mi madre fue difícil porque no la sentí feliz del todo a nuestro lado, ella creía que era una mujer fracasada por dedicarse a cuidarnos pues el discurso feminista de la igualdad así se lo hizo ver. No fue valorada por el patriarcado y tampoco por el movimiento feminista de aquel entonces. A veces he sentido que este discurso feminista, me robó a mi madre, pues hasta hace poco, yo también tenía integrado en mi simbólico el modelo de mujer emancipada con lo que era incapaz de valorar a mi madre y de tenerla como modelo, hecho que mi madre ha percibido y ha aumentado su dolor como madre y como mujer.
Actualmente, nuestra relación es muy bonita, de confianza y apoyo mutuo, la autoridad circula entre nosotras y hemos sabido poner nombre a lo que nos pasaba y no dejar que discursos que nada tienen que ver con nuestra relación, interfieran entre nosotras.

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